Lopes, Henri Novela

Reír y llorar- Henri Lopes

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La narrativa de Henri Lopes, quien ha ocupado varios puestos políticos en su país de origen entre los cuales figura el de primer ministro, ha sido desde sus inicios combativa (en 1961 publicó el poema Katanga sobre el asesinato de Patrice Lumumba). Sin embargo, parece que la integridad de Lopes es cuestionada por algunos intelectuales africanos quienes «lo acusan de escribir obras moralizantes que están en contradicción con su propio ejercicio del poder, marcado por una mala gestión.» [1]. Al margen de su actividad política, está considerado uno de los grandes de las letras africanas. Él define su obra literaria como “de cuestionamiento de la identidad”: no hay ninguna identidad homogénea y fijada; y en todo caso, un escritor tiene la obligación de ver la realidad como algo dinámico y en movimiento, no como algo monolítico y fijo. Mis obras son de cuestionamiento, de preguntas sobre esa identidad [2].

«Reír y llorar«, considerado un clásico (estamos hablando de una obra escrita en 1982), tiene dictador dentro. El tema de las dictaduras se ha tratado en otras obras africanas como «La vida y media» de Sony Labou Tansi (que aparece mencionada como un guiño en la novela de Lopes) y «Esperando el voto de las fieras» de Ahmadou Kourouma. En esta obra de Lopes, tras un golpe de militar que derroca a su rival Polépole, en un estado africano cuyo nombre no se dice: «El País», Tito Bwakamabé se hace con el poder e instaura una dictadura terrible e inhumana. Sin embargo, el propio escritor afirma que no se trata de un texto sobre «las dictaduras» sino sobre la relación entre dictador y los que lo sufren. De hecho, el narrador, un sirviente de Tito, va desmenuzando en un libro la vida bajo el régimen.

Se inicia la novela con una «Advertencia muy seria» donde la “Asociación Interafricana de Censores francófonos” nos informa sobre la poca veracidad de lo que vamos a leer, fruto de alguien que no es un verdadero hijo de África. Si para ellos el Tito que asoma en el libro es un personaje de cómic, para el lector será un ser muy próximo a dictadores como Mobutu, Idi Amin, Bokassa… Bwakamabé cree en la tradición, consulta a los videntes, y al tiempo la utiliza para su encumbramiento («Hay una escena fundamental en la que el dictador, después de celebrar su nombramiento en una instalación moderna se traslada de noche a donde está su familia y su clan y repite su investidura, haciendo un llamamiento a la fuerza oculta de lo tradicional. Esto lo liga con la población en una relación que tiene un marcado componente irracional»[3].

Bwakamabé, es un arquetipo, asesino, déspota, bárbaro y cruel que defenestra a la mujer, a la que únicamente le adjudica el papel de mero objeto sexual, que usa la tortura, que lanza billetes a un pueblo hambriento y que se enriquece de manera obscena.»Alguien replicó enseguida haciendo el elogio del partido único. Era la única solución realista en este País. La democracia era necesaria, estaba claro, pero no hasta el punto de copiar a los blancos» (pág.124). Bwakamabé, tradicionalista y tribalista, no duda en exterminar a la tribu rival (los Djassikini) «aseguraba, cortándose el cuello con el índice, que él no era ni tribalista ni racista, pero que los djassikini eran verdaderamente unos cabrones. Así de simple. Los judíos del País» (pág.230)

La trama va avanzando, en dos planos de lectura: por un lado, la historia del dictador contada desde la posición privilegiada que ostenta el narrador al ser un sirviente del mismo y por otro lado, la historia personal de ese cuentista en la sombra, ya en el exilio, un donjuán comprometido, alegre e irónico. El «Maitre» nos sorprenderá con sus historias eróticas de una sexualidad exacerbada, que os provocarán la carcajada, para las que utiliza «una revista de posturas» para «probar la espada y la balanza, el olifante de Rolanda o la india cheyenne al acecho» (pág. 204), al tiempo que nos informa de una sociedad que ha perdido parte de su identidad sumergida en una Europa impuesta por la colonización, «vosotros camináis por el asfalto europeo, y la planta de vuestros pies desconoce el contacto con nuestro barro» (pág.20), un Occidente que continúa poniendo sus largos tentáculos en los regímenes que surgen tras las independencias.

En «Reír y llorar» tienen especial relevancia Radio Rumor, que es la voz indeterminada, plural y coral, una fuga de la represión molesta para el régimen, y las mujeres que avocadas a un papel secundario en una sociedad machista quieren reafirmarse (siguiendo el modelo de las mujeres occidentales) y acabarán siendo agente activo contra la dictadura.

La etapa del «partido único» que trajo el fin de la colonización y el inicio de las independencias, se repitió de país en país del continente africano. «Reír y llorar» nos adentra en una de ellas, desde el humor y la sátira. Cuando el «Maitre» pide opinión a uno de sus compatriotas sobre los primeros capítulos de su obra, éste le contesta que no sabría cómo encuadrar su obra, a veces parece un historiador y a veces un griot (enlazando aquí con la tradición oral del continente). Es decir, un mercader de sueños y de diversiones, para algunos, y una clave para descodificar la vida en el poblado, para otros.

Él u otro, para nosotros era siempre la misma vida. Ayer nuestras desgracias venían provocadas por el blanco que era menester echar para que llegase la felicidad. Hoy se han ido los tíos y la miseria sigue. ¿A quién hay que echar pues? (pág.28)

Ficha:

  • Título original:  Le pleurer-rire (1982)
  • Idioma: Original: Francés
  • Traducción al castellano: Ediciones del Bronce (2001)
  • Traductora: Claudine Lécrivain
  • Imagen de portada:  «El niño y la marioneta» de Henri Rosseau
  • Nº páginas: 187
  • [1]http://www.eldigitaldecanarias.net/enviar21186.php
  • [2]http://lib.ugent.be/fulltxt/RUG01/001/458/006/RUG01-001458006_2011_0001_AC.pdf
  • [3]http://www.eldigitaldecanarias.net/enviar21186.php

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