Los libros se van de viaje

Los libros también se van de viaje por África

Desplazarse. Desde siempre hemos sentido ese impulso, o al menos eso nos dicen. Al principio acuciados por la necesidad o por conocer otros mundos, después por ocio, porque sí, porque está de moda, por solidaridad o por descubrimiento. Hay infinidad de motivos para viajar y por los que viajar. Para huir de algo, de alguien, de uno mismo o para reconciliarse con la vida, para conocer otras culturas o para estudiar una lengua. Por hacer negocios, por trabajar, por curiosidad, por cerrar tratos, por acudir a un museo, a un festival de cine, porque los niños quieren conocer esto o aquello o para reencontrarnos con los amigos, una multitud de razones.

Se viaja con la imaginación también. A través de la lectura, componiendo paisajes en el aire con la misma facilidad con la que otros toman el avión. Es fácil andar por las calles de Lisboa si lees a Pessoa, dejarse llevar por Dublín de la mano de James Joyce, por Tánger con Mohamed Chukri o por la medina de Dakar tras los pasos de Boubacar Boris Diop. Sin olvidar los lugares delimitados desde la creatividad e irradiados hacia nosotros como si pudiéramos de verdad transitar por sus plazas, sus parques y sus cascos antiguos, ser parte de sus conversaciones y de sus frustraciones. El condado Yoknapatawpha de Faulkner fue fruto de su capacidad de imaginar y crear, pero su concreción transciende las páginas escritas y se instala en lo vivido, lo mismo que Umuofia, aquella aldea que Achebe quiso construir para mostrarnos una versión de la historia que no nos habían contado.

A menudo, asociamos el verano a la época de viajar. Lo cierto es que, aunque para desplazarnos cualquier época del año es buena, la mayoría elegimos (nos eligen) los meses que van de junio a septiembre. Contra la tendencia general y para nuestra envidia, hay gente que viaja durante todo el año.

«Cultura Africana viajes» lleva haciéndolo desde 1987. Como cuando viajo siempre adquiero libros antes/durante/después del mismo, les he solicitado una selección de sus recomendaciones libreras del continente. No me he podido resistir a añadir los comentarios que ellos mismos me han hecho llegar (una delicia). Saben lo que se lo agradezco.

Prepararos para el hallazgo.

1. Soy hijo de los evuzok de Lluis Mallart.

«Por aquello de que uno cree hacer un viaje y resulta que el viaje lo hace a uno.»

En 1961 Lluís Mallart marchó a Camerún como misionero. El contacto cotidiano con una realidad cultural distinta, en plena crisis del sistema colonial con la proclamación de las independencias africanas, llevó al autor a reflexionar sobre el sentido de su misión.

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2. Dios de agua de Marcel Griaule.

«Viaje a una sabiduría histórica antes de que la Historia calzara mayúscula.»

El antropólogo francés Marcel Griaule nos muestra el misterio de la cosmogonía y del mito, de su pensamiento simbólico e interpretación, así como las instituciones, los ritos y palabras que constituyen el ser de un pueblo africano de la región de los Dogonque habita en Malí, cerca de la ciudad de Bandiágara. 

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3. El antropólogo inocente de  Nigel Barley.

«Delicioso. Punto.»

Me uno a este comentario. Se trata de una obra única que recomiendo una y otra vez. «Es un texto ciertamente insólito del que se dijo: «Probablemente el libro más divertido que se ha publicado este año. Nigel Barley hace con la antropología lo que Gerald Durrell hizo con la zoología» (David Halloway). El autor, doctorado en antropología en Oxford, se dedicó durante un par de años al estudio de una tribu, los dowayos, poco conocida de Camerún.

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4. Dios, el diablo y la aventura de Javier Reverte.

«Viajero escribiendo sobre viajero. Con conocimiento, con pasión y además abriendo camino. Estupendo.»

Pedro Páez fue un misionero jesuita, arquitecto, políglota, erudito, gran polemista y viajero, que vivió en Etiopía en el siglo XVII y se convirtió en el primer europeo que descubrió las fuentes del Nilo Azul. ‘Páez intentó comprender África desde dentro; aprender cómo era África y contarlo sin imponer una manera occidental de ver las cosas’, afirma Reverte.

los-diarios-de-una-nomada-apasionada-97884080782895. Diarios de una nómada apasionada de Isabelle Eberhardt

«Aventurera que escribe como vive –a las bravas- sobre exilios internos y externos, que son otras formas de viajar.»

Estos diarios de Isabelle Eberhardt, escritora suiza convertida al islamismo, que dedicó gran parte de su vida a recorrer el norte de África bajo el nombre de Mahmoud Essadi, testimonian la apasionante vida de una valiente y sensual mujer, marcada por la huida, el exilio y el viaje.

librorecdescarga (3)6. Ébano de Ryszard Kapuściński / Al romper el alba  de Ernest Hemingway

«Porque en toda lista que se precie debe aparecer un Kapuscinsky y un Hemingway. Con razón.»

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7. Camelladas, exploraciones por el verdadero Sáhara de  Theodore Monod.

«Verdadero o no, el Sáhara que describe  anima a ser visitado. Suficiente.»

Atravesar el desierto del Sáhara en todas las direcciones a lomos de un camello, permanecer durante semanas y meses en las soledades tórridas de un medio natural implacable… en definitiva, enamorarse profundamente de ese mundo durísimo pero fascinante, es lo que hizo Monod durante los años 20 y 30.

97884969747538. El Nilo. Cartas de Egipto de Gustave Flaubert.

«Por convencernos de que la melancolía puede ser una de las cosas más provechosas de los viajes.»

Los dos destinatarios principales de estas cartas egipcias resultan ser su madre y su amigo de la infancia Louis Bouilhet. A la primera le corresponden las más descriptivas, al segundo las más emotivas y confesionales (y las más procaces también), pero la información suma y sigue y finalmente acaba reflejando el retrato completo del viajero Flaubert, entusiasta y fatalista a partes iguales.  [*]

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9. En busca del señor Livingstone de  Henry Stanley

«Un clásico es un clásico.»

El autor en 1869 era corresponsal en Madrid cuando el editor del New York Herald, le encargó la búsqueda del explorador y misionero David Livingstone, del que no se tenía noticia desde hacía algunos años, pero antes le encarga que asista como corresponsal a la inauguración del Canal de Suez.

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10. Las ballenas del lago Tanganica de  Lennart Hagerfors

«Desmitificando a clásicos que van sobrados de clásicos.»

En marzo de 1871, enviado por el New York Herald, Henry Morton Stanley emprende una expedición hacia el corazón de África con el objetivo de encontrar al explorador británico David Livingstone. Inspirada en esta aventura auténtica, la novela se centra en el diario imaginario de uno de los miembros de la expedición: John Shaw, antiguo marinero alcohólico, acordeonista a ratos, reclutado en un muelle de Zanzíbar por el legendario Stanley.

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